Por @AlvBustos
La catástrofe de Soma es una de las mayores tragedias mineras en los últimos años, con un recuento de muertos que no ha parado de subir hasta los 300 fallecidos, y con un número adicional de desaparecidos bajo tierra a los que, por los altos niveles de monóxido de carbono, no se espera encontrar con vida. Un fallo eléctrico durante un cambio de turno provocó un incendio que atrapó a la multitud de mineros; de hecho, el incendio sigue vivo a día de hoy, por lo que los investigadores no han podido acceder aún a las galerías.

Estos abusos son bien conocidos en el propio país turco, y la repercusión social de la tragedia ha sido grande y sigue aumentando en estos momentos. La reacción del pueblo turco ha sido de indignación y apoyo: en la ciudad de Esmirna, relativamente cerca de Soma, 20 000 personas salieron a la calle al grito de "no es un accidente", y en Estambul el gobierno de Erdogan ha intentado limitar las marchas en apoyo a los mineros a la periferia, manteniéndolos alejados del centro urbano. Otras ciudades como Antalya o Adana también se han sumado a la protesta.
Hablando de las reacciones del Estado turco, inmediatamente se enviaron tropas a la zona de la masacre para evitar posibles brotes de violencia popular; por otra parte, Erdogan acudió a la mina solo para ser zarandeado por la multitud que allí se encontraba. Más tarde, ofreció unas vergonzosas declaraciones en las que aseguraba que "estos accidentes son normales", que "es la naturaleza del trabajo minero", y que "algunos extremistas quieren usar este accidente", para posteriormente comparar la tragedia con otros accidentes mineros, ¡del siglo XIX y principios del XX!. La política oficial de gobierno y empresas implicadas ha sido esa, trivializar la masacre y evitar levantamientos populares, pero a ello no ha ayudado que un asesor del primer ministro, de nombre Yusuf Yerkel, pateara en plena calle y a la vista de fotógrafos y viandantes a un familiar de uno de los mineros fallecidos, que se encontraba reducido por dos agentes de la Gendarmería.
Hemos de entender la catástrofe de la mina de Soma como un resultado directo e inapelable de las políticas de privatización de los gobiernos capitalistas, así como de la precariedad laboral que empresas y gobiernos liberales imponen a los trabajadores. Incluso con masacres como ésta, con al menos 300 muertos, los responsables pretenden quedar impunes, y una de sus herramientas es la desinformación. Por ello denunciamos las políticas asesinas del gobierno y las empresas mineras turcas y animamos al pueblo turco a redoblar sus esfuerzos para que tragedias de este tipo no se vuelvan a producir.
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