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Anarquismo y cuestión nacional

Anarquismo y patria

Uno de los mayores errores que se comete a la hora de analizar el anarquismo, tanto por personas ajenas a dicha ideología como por las anarquistas mismas, es considerar la nación como algo ajeno a la ideología libertaria, confundiendo la crítica al Estado con el repudio a la nación, a la comunidad o etnia que nos cobija, y como consecuencia de este error nos encontramos ante una supuesta actitud contraria, por parte del anarquismo, hacia conceptos tan presentes hoy en el Estado español como son “autodeterminación” o “independencia”. Bien es cierto que, al igual que en el marxismo, la teoría anarquista ha sabido muy bien vincular la patria como un usufructo de la burguesía. Y cierto es que con el surgimiento del Estado moderno, el patriotismo ha estado siempre vinculado a la clase capitalista y dominante, y a la vez ha estado como algo ajeno a la clase obrera. Si por patriotismo entendemos la consideración del Estado como un valor supremo podemos ver al anarquismo como su más clara antítesis. Pero si por el contrario entendemos por patriotismo –o nacionalismo- unos vínculos afectivos hacia la tierra que nos vio nacer (sus tradiciones, paisajes, lengua, etc) ninguna anarquista podrá negar que, en principio, no es algo negativo y que es tan natural como el amor que puede sentir alguien por sus familiares y amistades. El patriotismo, en ese sentido, no debe ser incompatible con el internacionalismo proletario ni con el rechazo al Estado.

El movimiento anarquista debe tener muy claro que la idea de revolución social ha de ir íntimamente ligada con la autodeterminación de todos los pueblos y naciones oprimidas del mundo. En nuestro caso, el del Estado español, cualquier anarquista que se precie debe apoyar la autodeterminación de los distintos pueblos que forman, por la fuerza, el Estado español. Debemos, pues, rechazar y atacar con fuerza esa anticuada idea de cierto republicanismo, tanto liberal como ‘marxista’, que pretende mantener la sacrosanta unidad del Estado español como elemento indispensable para ‘su’ socialismo. Todo Estado, por más proletario que llegue a presentarse, es necesariamente un opresor, un explotador de las masas desposeídas, y si dentro del marco político de ese Estado existe una o varias naciones, estas serán también necesariamente oprimidas y privadas de su libertad como pueblo. Se debe establecer una clara diferenciación entre el Estado y la nación, la comunidad. El primero es un elemento jurídico artificial, explotador y usurpador, mientras que la segunda es un hecho popular, un hecho natural e histórico y es por ello que debemos “sentirnos franca y constantemente patriotas de todas las patrias oprimidas”, como ya dijo el camarada Bakunin. El “autentico patriotismo”, aquel patriotismo “legítimo” del que habló Mijaíl Bakunin, es ese que no confunde el amor por la nación, la comunidad, con el amor y la servidumbre al Estado, y que no antepone una particularidad propia – por muy tradicional que pueda llegar a ser- a la universalidad proletaria. El camino de la liberación nacional no puede separase de la revolución social, ni este de la libre federación de las comunas y de los medios de producción colectivizados.



En los distintos movimientos de liberación nacional, al movimiento anarquista, se le reserva una tarea de suma importancia: plantear el problema nacional también en sus aspectos socioeconómicos paralelamente a la lucha contra la nación y Estado opresor. Los y las anarquistas tenemos como deber revolucionario estar al lado de cualquier comunidad que se rebele contra la opresión, tanto económica, política y nacional.
La lucha antiimperialista se plantea tanto en términos de lucha de clases como de liberación nacional. Y solamente la victoria revolucionaria de la clase obrera puede resolver la cuestión nacional en el sentido de los intereses de la clase trabajadora. Es por ello que en las distintas luchas de liberación nacional el movimiento libertario debe participar activamente, sacando a relucir la cuestión social, y encaminar así el movimiento nacional hacia la verdadera liberación de nuestra clase.

Liberación nacional y liberación de clase

La liberación nacional de cualquier pueblo oprimido es condición indispensable para la  liberación del proletariado internacional. No puede existir emancipación de la clase obrera si persiste, en cualquiera de sus formas, la dominación nacional. La opresión nacional puede resolverse democraticamente en el propio seno de las democracias burguesas, pero es solo con la llegada del comunismo cuando podrá superarse, que no resolverse, todo tipo de opresión nacional con la fusión de todas la naciones en una sola comunidad global, poniendo así fin a cualquier división u opresión de índole nacional. Como todo en política, la cuestión nacional también puede ser dirigida por una clase u otra. Para que no sea dirigida por y para la burguesía, la clase trabajadora no puede –ni debe- desentenderse de ella para no dejar la nación en manos de la burguesía. Es por ello que debemos, como anarquistas, defender arduamente dos principios inseparables y que se necesitan mutuamente: Internacionalismo proletario y derecho a la autodeterminación.
En el caso del Estado español, donde aún persiste una situación de opresión nacional, el proletariado militante –y sus respectivos movimientos revolucionarios- deben denunciar ferozmente la opresión nacional ejercida por la nación dominante (la española) y defender el derecho a la libre autodeterminación. El objetivo, pues, debe ser el de resolver la opresión nacional, o al menos reducirla lo máximo posible y luchar por una unidad proletaria internacional.
Pongámonos en el caso catalán: ¿Es condición necesaria para la liberación de la clase obrera española que este respete y defienda la autodeterminación del pueblo catalán? Rotundamente sí, ya que ante un conflicto nacional de tal magnitud –y recorrido histórico- la unidad proletaria internacionalista no puede ser realmente sólida sin un apoyo mutuo real de la clase explotada de la nación opresora (España) y la clase explotada de la nación oprimida (Cataluña). Para que todo esto cuaje, también es menester que la clase obrera de la nación oprimida le declare abiertamente la guerra a ‘su’ burguesía nacionalista.
Negar el problema en vez de abordarlo para darle solución sería un gran error político y, por otra parte, sería hacerle el juego a la clase dominante de la nación opresora. Y paralelamente a esto, la clase trabajadora de la nación oprimida tampoco debe hacerle el juego a la burguesía nacionalista.

Nuestro deber, pues, es el de luchar contra toda opresión nacional y apoyar la autodeterminación de todas las naciones oprimidas del mundo, esta lucha ha de ser un pilar básico de una línea realmente internacionalista y es condición sine qua non para poder unificar en un movimiento revolucionario –y organizado- a los proletariados de una y otras naciones. 

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