Hay un barrio en el centro de Atenas que no es como los
demás. Paredes y muros están revestidos con carteles y grafitis de contenido
político, estrellas rojas y negras. El nombre de este barrio es Exarchia: un
barrio insumiso, ingobernable, que se ha erigido como foco de las protestas
contra el Estado y el capitalismo. Cualquier institución gubernamental no es
bien recibida en este combativo barrio desde que, en 2008, la policía griega
asesinó al adolescente Alexis Grigoropoulos.
Sin duda alguna, no estamos hablando de un barrio que se caracterice
por la abundancia del dinero, todo lo contrario, pero sí que abunda la
solidaridad, el apoyo mutuo entre las víctimas de esta crisis del capital. Existen
desde cocinas populares hasta centros sociales encargados de gestionar trueques
de profesiones y servicios. Es muy simple: cada cual sirve a la comunidad según
sus cualidades sin dinero de por medio. Pero ante estas prácticas en el barrio
griego hay que dejar clara una cosa: no hay ningún atisbo de caridad. No
importa si tienes dinero o no, lo único que se ‘exige’ es que aportes algo a la
comunidad para así poder ser ‘retribuido’ con otro tipo de servicio. Los
vecinos y vecinas de Exarchia quieren vivir de otro modo, repudian la
individualista y deshumanizada vida de la urbe capitalista. Los alquileres baratos, el colorido de los
edificios, el ambiente comunitario y solidario que se respira... todo ello
contribuye a que cada vez más visitantes se muestren curiosos por este peculiar
barrio heleno.
Pero hay algo oscuro en este barrio, hay algo que
distorsiona la idílica imagen de Exarxhia: la droga. El consumo y venta de
estupefacientes ha comenzado a introducirse en el barrio griego de la mano de
las mafias e inmobiliarias como forma de desprestigiarlo e intentar así que ningún otro barrio siga el
ejemplo de Exarchia. Tenemos varios ejemplos históricos de cómo los gobiernos
han introducido la droga en ciertas zonas para apagar la disidencia y las
conciencias revolucionarias, tales como la introducción del crack por parte de la C.I.A en los barrios
afroamericanos controlados por el Black Panther Party en los años ’70, o la
droga introducida por el Gobierno español, a través de la Policía Nacional, en
la juventud revolucionaria vasca en la década de los ’80.
Como ya hemos dicho antes, Exarchia no es un barrio normal.
Es un barrio donde se respira política, anarquismo, resistencia y espíritu
comunal. Fue en este barrio donde comenzaron las protestas estudiantiles en 1967
contra la dictadura militar, fue en este barrio donde el la dictadura
helena firmó su sentencia de muerte al entrar en la Universidad Politécnica con
un tanque y aplastar al estudiantado. A partir de 1974, con la implantación de
la democracia liberal, Exarchia se convirtió en el hogar de los movimientos de
izquierda, de artistas, intelectuales y hasta grupos de guerrilla urbana tales
como la Organización Revolucionaria 17 de Noviembre, grupo armado de ideología
marxista y que luchó principalmente contra la injerencia estadounidense
en suelo heleno.
Al ser un barrio altamente politizado, y concretamente con
una política totalmente contraria a los intereses del Estado griego, los
episodios de violencia policial han sido notorios y residen en la memoria de toda
la comunidad de Exarchia. En noviembre de 1985, en la conmemoración de la
revuelta estudiantil de 1973, Michalis Kalteza, una estudiante de 15 años, era
abatida a balazos por un policía antidisturbios. Hace seis años, en 2008, el
joven Alexis Grigoropoulos también fue asesinado a balazos por la policía en el
barrio de Exarchia durante unos fuertes disturbios. El acoso policial en el
barrio griego es constante y es por ello que la comunidad vecinal, lejos de
mostrar una actitud pasiva, se muestra ‘en pie de guerra’ de forma constante
contra las fuerzas de choque helenas. Exarchia recuerda la violencia policial, y
la policía no hace méritos para que se olvide.
Lejos del morbo que supone para los medios de comunicación
presentar al barrio heleno única y exclusivamente como bastión de la extrema
izquierda y de la lucha contra la policía, Exarchia se caracteriza por un
enorme espíritu comunitario único. Las cooperativas, centros culturales y
sociales se multiplican y expanden por Exarchia. Alguien puede pasear por toda
Atenas y ver gran cantidad de comercios, cafeterías y todo tipo de
establecimientos vacíos por la crisis, pero en Exarchia eso no ocurre: cafeterías,
librerías autogestionadas, comercios cooperativos y alternativos o teatros
están siempre llenos de vecinos y vecinas y visitantes de fuera del barrio. La solidaridad, el apoyo mutuo, la acción
directa contra las fuerzas represivas del Estado... todo ello
contribuye a la resistencia de Exarchia. Una cuna de estilos de vida
alternativos que ha convertido al barrio heleno en una zona acogedora para
vivir y visitar, y en un lugar donde el colectivo inmigrante puede sentirse
seguro y no preocuparse de posibles agresiones por parte de Amanecer Dorado.
Para la juventud helena, Exarchia se ha convertido en un
espacio de resistencia urbana y de formación política. Un escenario para la
libertad de expresión, donde pueden mostrar su desencanto –y muchas veces su
ira- contra un Estado que ignora sus necesidades y aboca a miles de personas a
la más estricta miseria y precariedad.
Exarchia lo es todo, paradigma de la resistencia
anticapitalista y renovación de la sociedad a través de la solidaridad y unidad
comunitaria, pero a la vez es un símbolo de ira contra el sistema económico que
ha desolado a Grecia.
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