“Comunistas, socialistas, anarquistas, republicanos, hombres de distinto color, de ideología diferente, de religiones antagónicas, pero amando todos ellos profundamente la libertad y la justicia, vinieron a ofrecerse a nosotros, incondicionalmente. Nos lo daban todo, su juventud o su madurez; su ciencia o su experiencia; su sangre y su vida; sus esperanzas y sus anhelos…Y nada nos pedían. Es decir, sí: querían un puesto en la lucha, anhelaban el honor de morir por nosotros.”
Barcelona, 1 de noviembre de 1938. La líder comunista Dolores Ibárruri, más conocida como "La Pasionaria", pronuncia estas emotivas palabras ante una multitud de simpatizantes de la causa revolucionaria. Más allá de ser una triste despedida, se trata de un merecido reconocimiento, un justo homenaje a un grupo de gente procedente de distintas naciones que habían acudido a España a luchar por una causa común: la derrota del fascismo. Son ni más ni menos que las célebres Brigadas Internacionales.
Contexto: la Guerra Civil Española y el escaso apoyo internacional de la República
Para comprender este fenómeno en su profundidad debemos situar los acontecimientos anteriores: el 17 de julio de 1936, el general Francisco Franco inicia una sublevación militar contra el legítimo gobierno de la II República Española, inspirado por el nacional-catolicismo y por el más ferviente anticomunismo. El fracaso del golpe de Estado da lugar a una guerra civil que divide España entre franquistas y antifascistas; mientras tanto, y paralelamente al desarrollo del conflicto bélico, en algunas partes del país, especialmente en Catalunya, estalla una revolución social y el pueblo trabajador ve la oportunidad de lograr su empoderamiento completo.
¿Qué reacciones generan estos hechos en la esfera internacional? La Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler no dudan en apoyar de inmediato la causa franquista, a la vez que la Unión Soviética y, más simbólicamente, el Méxicode Lázaro Cárdenas se posicionan al lado de la República. Francia y Gran Bretaña optan por abandonar a los republicanos a su suerte mediante el establecimiento del llamado Comité de No Intervención. Pese a contar con la ayuda soviética, la República se halla en una situación delicada a nivel diplomático y a nivel militar. En este contexto entran en juego las Brigadas Internacionales, unidades militares integradas por combatientes de distintos países que, aunque impulsadas oficialmente por el Comintern el 18 de septiembre de 1936 y organizadas y formadas principalmente por los partidos comunistas de España y de Francia, lograron la adhesión voluntaria de miles de personas de diversa índole ideológica dispuestas a dar la vida en la lucha contra el nazifascismo. El socialista Largo Caballero, al principio reticente a su entrada en combate, comprendió la gravedad de la situación y las aceptó para acabar integrándolas en las filas del Ejército Popular Republicano. Aquí empieza la historia del Batallón Abraham Lincoln, más conocido popularmente como la Brigada Abraham Lincoln.
Los inicios: del activismo anticapitalista a la movilización militar
“Lo que había en España era un gobierno elegido legalmente, democráticamente, luchando contra un grupo de generales rebeldes y reaccionarios que deseaban impedir la democracia y la reforma social. Lo que había allá era una República a la que las «democracias» occidentales impidieron la adquisición de armamento para defenderse, mientras que los gobiernos de Hitler y de Mussolini despachaban aceleradamente hombres y material a sus enemigos. Es comprensible, entonces, que la lucha de la República española por sobrevivir viniera a simbolizar la defensa de todo lo que se consideraba bueno, justo y decente en la tradición occidental contra la embestida violenta del barbarismo y la maldad.”
Así relataba Robert Rosenstone, cronista de la Brigada Lincoln, qué había motivado a los voluntarios a viajar a España. ¿Pero dónde ahondan las raíces de ese fuerte sentimiento de solidaridad internacionalista? En los años treinta, unos Estados Unidos que todavía sufren los estragos del crack de 1929 viven un período de agitación obrera y sindical. Esta etapa, coincidente con la implementación del New Deal de Rossevelt –políticas intervencionistas destinadas a favorecer la recuperación económica–, se concreta en una oleada de huelgas que afectan, entre otras, la Electric Auto-Lite Company y la Chevrolet. Al calor de estas luchas surge, en 1936, el Congress for Industrial Organizations, donde el Partido Comunista de los Estados Unidos (CPUSA) tiene un gran peso. Esta formación, que está viviendo un período dorado, no dudará en solidarizarse con la República Española cuando estalle la sublevación militar y en organizar el Batallón Abraham Lincoln, caracterizado por ser una brigada mayormente de hombres blancos; eso sí, a las órdenes del Comandante Oliver Law, el primer afroamericano en la historia de los Estados Unidos que dirigía una unidad militar. Y no solamente eso: por primera vez en la historia de un ejército occidental, los altos cargos eran personas negras.
Los primeros brigadistas internacionales provenientes de EE.UU., que llegarán a sumar casi 3.000 hombres, zarpan en diciembre de 1936 y llegan al Estado español al mes siguiente para recibir su primer entrenamiento militar. Instalan su base operativa en Figueres, Girona, y pasan a formar parte de la XV Brigada Internacional, donde también combaten británicos, irlandeses y canadienses.
El bautizo de fuego: el Valle del Jarama
En el Valle del Jarama se produce la primera acción militar donde entran en combate –y se dan a conocer- los miembros de la Brigada Abraham Lincoln (recordar que existe una canción republicana de la época titulada “Jarama’s Valley”, muy célebre entre los círculos izquierdistas norteamericanos).
“Jarama Valley”, interpretada por el cantautor Pete Seeger:
¿Qué motiva el choque de tropas facciosas y brigadistas internacionales en el Valle del Jarama? El paso de la principal carretera que conecta Madrid con Valencia. Para el bando republicano era muy importante mantener la línea comunicativa para evitar que, al tomarla los fascistas, Madrid no quedara aislado e incomunicado con Valencia. El Valle del Jarama, por desgracia, se caracterizó por ser un “bautismo sangriento” para los brigadistas estadounidenses, ya que eran milicianos que nunca antes habían estado en una guerra, lo cual provocó que su inexperiencia – y la falta de armamento y munición– se saldara con un baño de sangre. Las primeras quejas no se hicieron esperar: los brigadistas norteamericanos no tardaron en reclamar más artillería, armamento antitanque y apoyo aéreo; en caso contrario cada día en el Valle del Jarama sería una nueva masacre. Aun así, a sabiendas de que la República española no tenía suficiente armamento ni comida para todos, siguieron luchando y resistiendo al fascismo, pues sabían muy bien por lo que luchaban y estaban dispuestos a dar, con fe y valor, su vida por una causa política.
Cabe destacar que los brigadistas norteamericanos también tuvieron un papel fundamental en el Frente de Aragón; concretamente, en la lucha por la toma de la localidad de Belchite. Aquella batalla fue un verdadero matadero: 1200 brigadistas internacionales enfrentados con escasa munición y armamento a 2000 franquistas bien parapetados por tropas nazis.
Algunos nombres propios
La moral del batallón norteamericano estaba por los suelos al no tener casi ningún tipo de apoyo militar y perder batalla tras batalla, pero la lucha por la libertad les hacía mantener su fusil en alto contra los rebeldes facciosos. De entre esos estadounidenses que no dudaban a plantar cara a los fascistas merecen mención algunos nombres, ya sea por su valentía o por su fiel compromiso. Un buen ejemplo sería Robert Hale Merriman, economista de la Universidad de California que llegó a ostentar el rango de Jefe del Estado Mayor de la XV Brigada. Probablemente caído en Gandesa el 2 de abril de 1938, su figura inspiró el personaje de Robert Jordan en la obra de Ernest Hemingway For Whom the Bell Tolls (“Por quién doblan las campanas”), que transcurre precisamente en la Guerra Civil Española. Aunque el célebre escritor no llegó a combatir, cubrió el conflicto bélico como periodista y ello le marcó enormemente.
Otro nombre que merece ser recordado es el de Milton Wolff, judío neoyorquino que se afilió al CPUSA durante los años de la Gran Depresión. Aunque en un principio se consideraba pacifista y solamente colaboraba con los servicios sanitarios, las enormes pérdidas humanas que estaban sufriendo los voluntarios norteamericanos lo llevaron a coger el fusil. Sobrevivió varios días tras las líneas enemigas durante la Batalla del Ebro y fue nombrado comandante tras la caída de Merriman. Tras la Guerra Civil, combatió en la Segunda Guerra Mundial contra los nazis y participó en campañas de solidaridad con los sandinistas y contra el apartheid sudafricano. Famosas resultaron sus palabras en defensa de sus camaradas brigadistas durante el mccarthismo: “Soy judío, y sabiendo que como judíos fuimos los primeros en sufrir el fascismo me fui a España a luchar”.
Los afroamericanos también jugaron un rol importante en el seno de la Brigada Lincoln.A parte del ya citado Oliver Law, militante del CPUSA caído el 10 de julio de 1937 en el transcurso de la batalla de Brunete, debemos destacar el nombre de James Yates, originario del sur estadounidense. Asignado a tareas de transporte, cayó enfermo y regresó a su tierra. Participó en la Segunda Guerra Mundial y publicó una interesante autobiografía, From Mississippi to Madrid. Memoirs of a black american in the Spanish Civil War.
Otros combatientes a citar es Alonzo Watson, de primer negro estadounidense caído en combate, y James Peck, natural de Pennsylvania y que sirvió como piloto en la Fuerza Aérea Republicana. Hay casos curiosos como el de Frank Edward Alexander, mulato nacido y criado en la reserva indígena Sioux de Omaha en Nebraska. Tras la Guerra Civil huyó con los exiliados republicanos al sur de Francia, donde pasó un tiempo confinado en un campo de concentración. Durante el mccarthismo pasó una temporada en prisión por su militancia comunista.
Pese a despertar la curiosidad de la población local, poco acostumbrada a ver hombres negros, la mayoría de los brigadistas afroamericanos destacan la cálida acogida que recibieron por parte del pueblo español.
El amargo regreso: represión y olvido
El día que los brigadistas tuvieron que volver a la tierra que les vio nacer, no fueron recibidos precisamente como héroes: las autoridades yanquis los persiguieron y tacharon de criminales y elementos subversivos por haber contravenido la política estadounidense. A parte del duro golpe que resultó para ellos la derrota republicana, los combatientes deberían enfrentarse a un sinfín de dificultades relacionadas con su compromiso revolucionario y, en la mayor parte de los casos, con su militancia comunista.
Así pues, en 1947 el gobierno norteamericano (su departamento de justicia) organizó una lista de organizaciones subversivas la Brigada Abraham Lincoln figuraba en ella. La doctrina de persecución anticomunista, a menudo paranoica, conocida como “mccarthismo” (llamada así por ser el senador Joseph McCarthy, quien la impulsó) se cebó con ellos: a muchos brigadistas se les citó en los comités de actividades antiamericanas que creó el gobierno estadounidense para reprimir cualquier tipo de actividad comunista. Muchos fueron encarcelados al no querer “cooperar” con la administración estadounidense; las penas que imponía el Mccarthismo eran de hasta 20 años de prisión. El palo más duro fue para el Partido Comunista, que se vio desarticulado por la entrada en prisión de toda su cúpula. En la era del Mccarthismo cualquier persona progresista o con ideas un poco de izquierdas ya era tildado de comunista, y las consecuencias eran siempre las mismas: pérdida del trabajo, retiro del pasaporte y cárcel.
Peor castigo fue, tal vez, el olvido y el exilio interior al que fueron condenados muchos de los brigadistas, lo cual no ha impedido que se hayan celebrado varios homenajes y tengan varios monumentos a lo largo y ancho de Estados Unidos.
De los Estados Unidos de América, de ese país cuya característica principal ha sido –y es- su fuerte anticomunismo, surgieron esos hombres valerosos, negros, blancos y hasta sioux, que alzaron el puño contra la reacción facciosa que amenazaba España. La Brigada Abraham Lincoln y sus voluntarios significaron el compromiso sin fin, la lucha eterna por la justicia social y la libertad. Costara lo que costara. Sin duda estas gentes, venidas del otro lado del ‘charco’ fueron –y son- un ejemplo de dignidad, de compromiso, de valentía y de solidaridad, es decir, de lo mejor que puede ofrecer la humanidad.
Con la gratificante colaboración de Jordi Peralta.
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