La jefe de Estado se impuso en las elecciones más ajustadas y polarizadas en la historia de Brasil al senador liberal Aécio Neves, del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que obtuvo el 48,55 %.
Con
un nuevo mandato de cuatro años la dirigente del PT consiguió mantener la
hegemonía de esta formación política en el país, en el poder desde que Luiz
Inácio Lula da Silva asumió su primer mandato en 2003 tras derrotar al PSDB del
expresidente Fernando Henrique Cardoso.
Con
un marcado perfil técnico y de “gerentona” irreductible, Rousseff logró
imponerse a Neves, un líder opositor con fama de “galán”, con una campaña que
se basó en recordar hasta la extenuación las bonanzas de los programas sociales
ampliados durante su mandato e iniciados en el Gobierno de Lula, su mentor
político.
A
pesar de que en algunos momentos el candidato del Partido de la
Socialdemocracia Brasileña (PSDB) apareció adelante en los sondeos y puso en
duda la reelección de la primera mujer que gobierna en el país más grande de
Latinoamérica, Rousseff demostró que, si de algo sabe, es de cómo recuperarse
de los golpes y volver al partido.
En
cuanto a su política exterior, la líder del PT se ha dicho dispuesta a reforzar
la posición brasileña en el grupo de los países emergentes o BRICS (Brasil,
Rusia, India, China y Sudáfrica), así como a promover un acercamiento entre los
países del Mercosur y los de la Alianza del Pacífico. Su relación con los
Estados Unidos parece estancada tras el escándalo de espionaje en el que
denunció que sus comunicaciones y correos electrónicos habían sido
interceptados por los servicios de inteligencia norteamericanos.
El
mayor reto que tendrá que afrontar Rousseff en los próximos cuatro años será el
de relanzar la economía del país, que, según los expertos, terminará 2014 con
un crecimiento muy por debajo de lo previsto a principios de año, y recuperar
la confianza de la inversión internacional, más favorable de la llegada de
Neves.
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