El reclutamiento de espías nazis, tuvo un
inicio “moderado” al finalizar la Segunda Guerra Mundial, pero para los años
50, pleno auge de la Guerra Fría las cabezas visibles de la seguridad
estadounidense – J. Edgar Hoover en el FBI y Allen Dulles en la CIA- reclutaron
masivamente nazis, dispuestos a ser el contraespionaje de la Unión Soviética.
Los servicios americanos, emplearon
eufemismos una vez más como “crímenes de guerra menores”, o “lapsos morales”,
con los que argumentaron a favor de participantes del Holocausto, y les
permitieron vivir en Estados Unidos y otros países aliados, en tanto siguieran
trabajando como red de espionaje del lado americano.
Funcionarios
del Gobierno en Washington, reconocieron que en fecha tan reciente como 1994, se presionó a la fiscalía para descartar investigaciones sobre un ex
espía –que vivía
en Boston- y que estaba implicado en la matanza de decenas de miles de judíos
en Lituania como oficial nazi, afirma la publicación.
Incluso han aparecido datos que los propios
“cazadores de nazis” del Departamento de Justicia, fueron obligados a renunciar
a detener y enjuiciar a individuos que vivían en Estados Unidos. En 1980, al
menos 16 nazis, que había proporcionado al FBI pistas sobre “simpatizantes
comunistas”, fueron protegidos.
El
alto oficial nazi del Servicio Secreto, Otto von Bolschwing, asesor de
jerarquía de Adolf Eichmann, autor de la “Solución Final”, fue contratado por
la CIA que lo reubicó junto a su familia en Nueva York, en 1954. La decisión fue “por su servicio leal después
de la guerra y en vista de lo inofensivo de sus actividades partidistas” con
los nazis, según la agencia estatal que lo contrató.
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