Karl Marx, ideólogo del marxismo |
Karl Marx nacía hace ya 197 años en la localidad prusiana de Tréveris. Hablamos del filósofo y economista cuyas teoría filosófico-política-económica fue incluso más importante y tuvo más influencia que el liberalismo clásico en la historia más reciente. Dejó antes de su muerte una vasta obra todavía por acabar, interesándose por amplios campos del ámbito humanístico, filosofía, historia, derecho, política, sociología, economía, periodismo … Es el padre del socialismo científico y del materialismo histórico.
Ein Gespenst geht um in Europa, das Gespenst des Kommunismus… así comenzaba su famosa obra, “Manifiesto del Partido Comunista” en el que grosso modo expone su teoría política. Junto con su compañero Engels, dejó de lado los ambientes universitarios prusianos para comprobar de forma empírica las consecuencias de lo que iba a ser la nueva sociedad que se estaba gestando, el capitalismo. Pese a pertenecer a familias burguesas pusieron todo un esfuerzo intelectual al servicio de los desfavorecidos por la sociedad de clases que se abría camino por Europa.
Con esto excúsenme de pretender insinuar que Marx no diera un sólo paso en falso. Aborrezco ese tipo de izquierdistas que padecen aquella patología que Lenin posteriormente llamó la enfermedad infantil del comunismo. Todas las personas que nos hemos interesado por la teoría marxiana -pese a la facilidad de la puesta en práctica de esta en el mundo sensible- la hemos puesto en duda alguna vez. El objetivo de esta producción textual dista mucho de analizar si el marxismo es aplicable o no en la actualidad (cosa que, si aplicamos el propio análisis dialéctico que nos brinda Marx en nuestro momento histórico es completamente cierta, se vuelven a cumplir las previsiones de este barbudo profeta). El Ziel -que diría Marx- es comentar la evolución de esta teoría desde los tiempos en los que Marx escribía a ritmo fugaz su obra económica hasta la actualidad, muy a pesar de aquellos que lanzan consignas del tipo de “el marxismo está acabado” , simplismos del estilo de “el marxismo está muy bien pero sólo en la teoría” o ignoran la dialéctica marxista que hace inevitable la constante adaptación del marxismo a la par que el capitalismo se renueva obsesionado en una supervivencia que dialécticamente acabará o en la barbarie o en el socialismo. Sálvenme además de caer en posiciones ultramaterialistas tan erróneas como absurdas que Marx criticaría de forma furibunda.
Es evidente que la constante diatriba entre heterodoxia marxista que consideraba dogmáticas las posiciones de los ortodoxos y ortodoxia marxista que consideraba desviaciones y degeneraciones de la doctrina marxista las posiciones heterodoxas han sido punto del día en tantos años de desarrollo del marxismo. Decía Marx en sus escritos sobre Feuerbach que los filósofos se habían limitado a describir el mundo, pero se trata de cambiarlo. El marxismo es pues, una herramienta que se sirve a la engorrosa y complicada tarea de cambiar el mundo material, tristemente limitándose muchas veces al libelo o a la invectiva sectarias contra los seguidores propios de esa teoría revolucionaria.
La primera división en el seno del movimiento obrero pre-marxista ya dejó distintivo en la expulsión de los marxistas de la I Internacional ante el cisma entre el anarquismo de las posiciones de Mikhail Bakunin y las de Marx. Pero muy pronto comenzarán a surgir interpretaciones del marxismo como tal así como directamente desviaciones que desenvocarían en posiciones muy lejanas del marxismo. Eduard Bernstein, político alemán del SPD ya revisó la teoría marxista negando evidencias materiales como los intereses distintos de obreros y capitalistas, el papel decisivo de la economía en la sucesión de los medios de producción y la revolución como forma natural de sucesión de sistemas socioeconómicos. Esto degeneró en la socialdemocracia, cuya bandera fue enarbolada posteriormente por Karl Kautsky el renegado -según Lenin- y las tesis de la II Internacional que apoyaría más tarde la masacre entre obreros de todos los países en la I Guerra Mundial
Karl Kautsky sería quien rompería también en el seno del SPD alemán con las tesis defendidas por Rosa Luxemburgo, quien aportaría la corriente luxemburguista/comunista de izquierda, a cuyas tesis se opondría la revolución de octubre que vendría después y las tesis de la III Internacional comunista. Sus raíces se remontan a la división entre socialdemócratas y comunistas que se hace notar hacia el fin de la primera guerra mundial, desmarcándose abiertamente de los partidos socialdemócratas y llamando (como haría también la III Internacional) a la organización de la clase obrera en los partidos comunistas. No obstante, a diferencia que los bolcheviques rechazaban la idea de la naturaleza proletaria o socialista de la revolución rusa, considerando que estas realizaban únicamente la tarea de una revolución burguesa-progresista basándose en el capitalismo de estado. No concebían tampoco la participación en elecciones burguesas, algo duramente desmontado por la III Internacional posteriormente. Además, se oponían al derecho de autodeterminación, algo que los bolcheviques en el Imperio Ruso demandaban para las numerosas nacionalidades que estaban bajo las fronteras del imperio de los Rómanov (como fueran los polacos).
Los ojos del proletariado alemán y mundial vieron resignados como los luxemburguistas llamaban a los comunistas a abandonar los sindicatos, ¡pues estos eran reaccionarios! y lanzaban al proletariado alemán a una insurrección no planificada con precaución, la revolución espartaquista de 1919 que acabaría aplastada y dejando un KPD destruido. Los líderes kapedistas acabaron asesinados, entre ellos Rosa Luxemburgo.
De la experiencia espartaquista aprendería Lenin. Nacería la teoría leninista, una adaptación (no revisión) del marxismo basada en el aprendizaje de los errores insurreccionistas que cometiera el luxemburguismo. Enseñaría a los obreros y campesinos a organizar su arma de toma del poder, el Partido Comunista.
Lenin desarrolló una frenética crítica a todo aquello que oliera a la no participación en comicios burgueses, en sindicatos reaccionarios, así como al espontaneísmo propio de luxemburguistas o anarquistas.
A la muerte de Lenin surge una de las grandes cuestiones de debate dentro del marxismo. El papel de Iósif V. D. Stalin, secretario general del PCUS a la muerte de Lenin. Para unos, alguien que acabó con los últimos vestigios de democracia proletaria en la Unión Soviética, tachándolo (a veces de forma insultante) con un adjetivo que acuñarían los trotskistas, stalinista, para otros el que recogió el legado de Lenin y supo llevar a la URSS al socialismo pese a las dificultades que suponía implantar el socialismo en un país sin un desarrollo capitalista, creando riqueza a través del socialismo y no expropiando la creada por el capitalismo que nunca existió en una Rusia maltrecha y feudal. Esta doctrina que seguirían los Partidos Comunistas de la III Internacional recibe el nombre de marxismo-leninismo, a la que las ideologías burguesas y los grupos trotskistas se refieren con el término stalinismo que en realidad no es sino una conjetura del legado de Marx, Engels y Lenin que constituye una vía para la toma del poder del campesinado y proletariado unidos en los países con un capitalismo desarrollado. Esto degeneraría tras el proceso político conocido como desestalinización a la muerte de Stalin en el revisionismo. Por otro lado, el trotskismo supone la oposición a las ideas marxistas-leninistas que justificaban la idea momentánea de socialismo en un único país. Ante el rechazo de la III Internacional postuló el entrismo como método de inserción de los partidos de la recién creada por él IV Internacional en el movimiento obrero
Tras la segunda guerra mundial algunos países adaptarían el marxismo leninismo a su realidad nacional (maoísmo en China, juche en Corea del Norte, titoísmo en Yugoslavia) aunque esto es otro objeto de disputa.
Otra interpretación heterodoxa del marxismo es la interpretación Gramsciana. Antonio Gramsci, secretario general del Partido Comunista Italiano. Gramsci desarrolló el concepto de hegemonía y el de bloque hegemónico, estudiando a fondo la llamada superestructura de Marx (es decir, los aspectos culturales de una sociedad). Partiendo del análisis de esta base concluía en formas en las que se podía realizar una acción política y crear hegemonía.
El interesante análisis gramsciano -tergiversado por muchos- otorga pues un rol central a los conceptos de infraestructura (fuerzas de producción y relaciones producción) y superestructura ("la ideología", promovida por las instituciones, sistemas de ideas, y creencias religiosas de una sociedad).
Tras la segunda guerra mundial y la venida de la socialdemocracia, varios intelectuales trataron de compaginar el compromiso social que conllevaba el marxismo con el existencialismo, filosofía contemporánea que buscaba el sentido de la vida. Esto se personificó en la personalidad de Jean Paul Sartre, que crítico con el marxismo-leninismo pasó desde el pensamiento proudhoniano a las posiciones maoístas. Las posiciones maoístas y las de Sartre -sobre todo las de este último- tendrían una gran influencia en Francia y en movilizaciones como la de Mayo del 68 en las que se pone de manifiesto el declive del marxismo-leninismo como tal y la nutrición de los movimientos sociales de otros movimientos como el feminismo, el ecologismo etc a compaginar con la lucha por la liberación de clase.
En el otro lado del globo al final de la gran guerra triunfaba el bando comunista en la guerra civil china. El mundo miraba expectante la subida de Mao Tse-Tung y el Partido Comunista Chino al poder. La doctrina de Mao es considerada como revisionista por unos, otras tesis sostienen que es simplemente una cosmovisión propia de las sociedades postcoloniales del socialismo.
Mao defendía que el campesinado era la fuerza revolucionaria de vanguardia, partiendo de la subsistencia de relaciones semifeudales en China. La revolución china fue del campo a la ciudad.
No obstante numerosos errores de la política agraria y disparates como el gran salto adelante o la revolución cultural para nada contribuyeron a la construcción del socialismo, que acabó siendo socialismo con características chinas, es decir, capitalismo de libre mercado. Otro país que completó su revolución con la independencia de los EEUU, Vietnam, siguió el mismo curso hacia una economía de mercado.
Otra degeneración pero del socialimperialismo y capitalismo de estado a la economía de libre mercado sufrió la mayor parte del bloque socialista. A la caída de la URSS y el muro de Berlín con el triunfo de la contrarrevolución en los países del este parecía que el liberalismo era la única alternativa. Algunos hablaban incluso del fin de la historia burlándose de una forma mordaz de la concepción de fin de la historia que tenía Marx, que se haría realidad con la expansión del socialismo por todo el mundo y con el comunismo y la salida del ser humano de esa prehistoria como él lo concebía.
“El marxismo lo reduce todo a la economía. El arte, la religión, política, derecho … son burdamente entendidos como reflejos de la economía de la lucha de clases. Marx era el reflejo invertido del sistema capitalista al que tanto se oponía. La sociedad moderna se opone a sus experiencias de mando único y rígido.” Perogrulladas de este tipo sueltan economistas liberales atendiendo a los topicazos de la teoría marxista, siendo estos los más usados. Total, el muro ya fue derribado y no hay que malgastar saliva para combatir a las hordas marxistas que ya no suponen una amenaza. Atendemos a un momento en el que se ha generalizado el concepto de totalitarismo para referirse de una forma insultante en el mismo saco al nazifascismo y al marxismo, ignorando que por ese mismo razonamiento el capitalismo -y más el monopolista de la globalización- también impone un pensamiento único.
En un momento en el que el capitalismo vive su peor crisis estructural de su historia, las organizaciones obreras viven actualmente el debate de la reforma y la alianza con otras capas de la sociedad (lo conocido como socialismo del siglo XXI) o la vuelta al análisis marxista-leninista de una situación en la que el totalitarismo de mercado lo ha inundado todo con su expansión infrahumana, convirtiéndose en un verdadero Leviathán.
El marxismo desde luego tendrá que saber renovarse después estos 197 años después del nacimiento de su idéologo si quiere evitar que la consigna socialismo o barbarie se decante -inevitable e inexorablemente- por lo segundo. Renovarse desde luego no es vender sus principios, que están muy claros. Para ello debe alabar sus innumerables logros y corregir los fallos del pasado si quiere verdaderamente salir de los clubes de debate para enarbolar la bandera de los oprimidos.
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