Aragón
se convirtió en el estandarte máximo de la evolución que experimentó toda la
sociedad española a partir del 19 de julio de 1936. No solo por la profundidad
a la que se llegó en el proceso revolucionario, sino también por la creación de
una institución política encargada de impulsarlo, el Consejo de Aragón.
Un orden revolucionario
Ante
el desmantelamiento de toda estructura estatal en la zona aragonesa, el
movimiento anarquista tuvo que hacerse cargo de la reorganización de la vida
social, política y económica. Los cenetistas comenzaron la reorganización
de la estructura regional en agosto de 1936 en la famosa localidad de
Caspe, además de la creación, en Bujaraloz, de la primera gran entidad
anarquista dedicada a encauzar el proceso revolucionario, acabar con el vacío
administrativo y evitar que Aragón se convirtiera en una “colonia” de la
Generalitat de Cataluña, el Consejo Regional de Defensa de Aragón.
La
creación de este Consejo no tuvo un origen únicamente de ideología anarquista.
Otros motivos políticos fueron, también, los que suscitaron la necesidad de la
creación de este Consejo, como el deseo de paliar las operaciones militares
catalanas en suelo aragonés y saldar el vacío administrativo y organizativo
existente, sobretodo en la zona rural. El regionalismo “popular” creciente
durante esos años en la tierra de Francisco de Goya no se hizo esperar más y se
puso manos a la obra. Lo que impulsó este “levantamiento” cantonalista fue la
irritación que le provocaba al pueblo aragonés el papel secundario que se les
asignaba por una Cataluña directora de la guerra y de la organización social,
mientras que ellos proporcionaban mucho más aprovisionamiento y capital humano
para la guerra. Al Consejo se le sumaban nuevas instituciones regidoras
de la vida pública que habían surgido de forma casi espontánea ante el vacío
administrativo republicano, tales como el Comité de Milicias Antifascistas de
Cataluña, el Comité de Salud Pública de Málaga o el Comité Ejecutivo
valenciano.
En
principio, este nuevo organismo político aragonés no pretendió ser una entidad
regional administrativa, sino un organismo que diera respuesta a la nueva
situación revolucionaria. Aun así, no se pudo obviar la presencia del Gobierno
republicano. Por este mismo hecho la C.N.T. buscó un reconocimiento legal de
dicho organismo aragonés. Tal reconocimiento se saldó con la creación del
Consejo de Aragón con la presencia de las demás organizaciones que conformaban
el Frente Popular, tal consejo quedó compuesto por una mitad cenetista y por la
otra mitad compuesta por miembros comunistas, socialistas y republicanos
liberales. Este hecho significó que el nuevo organismo fuera adoptando
procedimientos administrativos más propios del Estado burgués que no del ideal
revolucionario con el que había nacido. Como por ejemplo con la sustitución, en
1937, de los comités municipales, que habían sustituido a los ayuntamientos
desde 1936, por Consejos Municipales que tiraron por la borda todos los logros
económicos y sociales conseguidos gracias a la colectivización de los medios de
producción.
Hasta
su ocupación por parte de las tropas comunistas de Líster en el verano de 1937,
en Aragón existieron tres niveles diferentes de poder. El Consejo de Aragón,
formado por cuatrocientos delegados de los consejos municipales. En segundo
lugar, la Federación Regional de Colectividades, que se encargaba de crear las
conexiones locales y comarcales para los asuntos de agricultura y comercio. Y
el último escalón de poder lo conformaba la propia estructura
anarcosindicalista de la C.N.T. que, con su red de sindicatos, en algunas
ocasiones ejerció de árbitro entre los dos anteriores niveles de poder
político.
La colectivización aragonesa y el
Consejo de Aragón
El
Consejo Regional de Defensa de Aragón se fundó como tal en el Pleno
Extraordinario de la C.N.T. de Aragón, la Rioja y Navarra celebrado en la
localidad de Bujaraloz el 6 de octubre de 1936. Tal consejo fue compuesto por
174 representantes de 139 municipios y de las milicias anarcosindicalistas que
luchaban en el frente de Aragón. En la ponencia del pleno extraordinario se
propuso, desde un primer momento, al destacado militante cenetista Joaquín
Ascaso Budría como presidente del Consejo de Aragón. Además, para darle
pluralidad política a esta nueva institución revolucionaria, se decidió que
participaran las distintas fuerzas políticas y sindicales aragonesas en una proporción
en la cual de cada 10 representantes, uno fuera republicano y dos fueran de la
U.G.T. En un primer momento, ni republicanos ni ugetistas respondieron al
ofrecimiento anarquista, así que desde el principio todos los puestos quedaron
ocupados por militantes cenetistas. El primer “gobierno” quedó formado por
Joaquín Ascaso Budría como presidente, Miguel Chueca Cuartero como consejero de
Trabajo, Adolfo Arnal Francia en la consejería de Economía, Francisco Ponzán
Vidal en Transportes y Comunicaciones, Miguel Jiménez Herrero como consejero de
Información, José Mavilla Villa se ocupó de la consejería de Agricultura, y,
por último, Adolfo Ballano Bueno fue el consejero de Justicia y Orden Público.
Todos los estos consejeros aragoneses, así como el resto de los 174 delegados
que conformaban el Consejo de Aragón, provenían del mundo académico (éstos
fuertemente influenciados por las enseñanzas del jurista y economista aragonés
Joaquín Costa) y del mundo laboral (camareros, albañiles, etc).
El
Consejo Regional de Defensa de Aragón se presentó desde su primera ponencia
como un organismo popular, nacido de la nueva situación revolucionaria y del
deseo de emancipación proletaria, decidido a reglamentar la economía y la vida
cultural, social y política. Desde un primer momento, este nuevo organismo se
topó con la oposición tanto del Gobierno republicano como de la Generalitat de
Cataluña. El propio presidente Manuel Azaña, en un alarde del clásico elitismo
liberal, despreciaba a esos nuevos consejeros aragoneses refiriéndose a ellos
como “trabajadores elevados a ministros”. La campaña comunista, liderada por el
Secretario General del PCE en Aragón, no se hizo esperar. No dudaron en aliarse
con el republicanismo liberal para catalogar al nuevo “cantón” aragonés como
una “nueva Ucrania makhnovista” y una organización apologista del delito, la
violencia y el terror.
El
31 de octubre una comisión del Consejo de Aragón se entrevistó con el
presidente del gobierno republicano. De tal reunión nació el compromiso de
avalar ‘legalmente’ al organismo anarquista e incorporar las distintas
entidades frente-populistas. He aquí la muerte en vida del Consejo Regional de
Defensa de Aragón, el cual había nacido como una puesta en práctica de los
planteamientos federales libertarios, y que ahora se convertía en una región
autónoma avalada por la República y que declaraba a Joaquín Ascaso como
“delegado del gobierno”. Aun con la entrada en el CRDA de consejeros de
Izquierda Republicana, U.G.T. y P.C.E. la estructura republicana anterior al
golpe de Estado no pudo restablecerse, y aun con ciertas renuncias anarquistas,
el organismo del Aragón libre siguió con su inmensa tarea de organización de la
vida política y social.
Si
la aparición de esta nueva entidad política supuso un viraje radical en la vida
del pueblo aragonés, la mayor radicalidad supuso la puesta en escena del
proceso colectivista de campos e industrias. La colectivización fue más una
necesidad económica que una simple opción revolucionaria. En febrero de 1937,
en la famosa localidad aragonesa de Caspe, se creó la Federación Regional de
Colectividades. El buen funcionamiento de la colectivización aragonesa
fue tal que se realizaron nuevas construcciones agrícolas y de riego,
hospitalarias, educativas y asistenciales, además de proporcionar cantidades
ingentes de abastecimiento a los pueblos de la retaguardia de Madrid y
Cataluña.
Tras
los sucesos de mayo de 1937 y el fin de la hegemonía anarquista, el 11 de
agosto se decretó oficialmente la disolución del Consejo de Aragón por parte
del Estado. Las persecuciones, encarcelamientos y asesinatos de militantes
anarquistas no tardaron en llegar. El decreto de disolución supuso que la misma
madrugada del 10 de agosto de 1937 las 11, 27, 30 y 43 Divisiones del Ejército
Popular comenzara a tomar posiciones de ataque. Al mando de estas divisiones
estaba el famoso militar comunista Enrique Líster, conocido con el sobrenombre
del “asesino de anarquistas” desde que ordenara fusilar a cientos de
libertarios castellanos por haber colectivizado zonas de Castilla y León, cosa
que había “prohibido” el PCE castellano. El mismo día del decreto de
disolución, las tropas de Líster destruyeron por la fuerza todo el progreso
revolucionario conseguido hasta entonces en tierras aragonesas, se instaló el
nuevo gobernador comunista, José Ignacio Mantecón, se asaltaron los locales de
la C.N.T., F.A.I. y F.I.J.L. con la detención de cientos de anarquistas y las
tierras e industrias colectivizadas fueron devueltas a sus antiguos dueños o se
les asignaron nuevos propietarios. El cambio de situación trajo un gran
deterioro de la economía aragonesa y la vida de la retaguardia. Las vueltas de
la tierra a propiedad individual provocaron el resurgimiento del caciquismo y
el abandono del cultivo de grandes extensiones de tierra. Las estructuras de
distribución y comunicación quedaron inutilizadas y se generalizó un
despilfarro de recursos y una gran suspensión de casi todas las labores
agrícolas. El descalabro llegó a tal punto que el propio secretario del Instituto
de Reforma Agraria, el marxista José Silva, reconoció públicamente el error que
supuso haber disuelto las colectividades aragonesas. El quebrantamiento de las
promesas de progreso social por parte de la república en abril de 1931 tuvo su
secuela en agosto de 1937 con el estrangulamiento del proceso revolucionario en
Aragón. La C.N.T. perdió su “feudo” aragonés, su militancia descendió de
los 140.000 a 76.000 y el Consejo de Aragón pasó a mejor vida.
Joaquín Ascaso Budría: El “primer
presidente” de Aragón
Joaquín
Ascaso nació el 5 de junio de 1906 en Zaragoza y, como en muchos otros casos,
pasaba más tiempo en el exilio y la cárcel que en libertad. Empieza a destacar
en la militancia revolucionaria a partir de la proclamación de la Segunda
República española y la vuelta de su exilio en Francia. Arduo militante de
todas las luchas sociales de la época, participó también en la creación de las
Juventudes Libertarias, a cuya directiva perteneció. Además, fue el fundador
del “Sindicato de Parados”. Después de 1931 pasó a formar parte del Sindicato
de la Construcción, siendo elegido presidente del comité de la sección de
albañiles. En el segundo congreso de la C.N.T. aragonesa celebrado en Zaragoza
él fue del sector cenetista que pedía una mayor radicalidad en la lucha contra
el régimen republicano. Hasta 1934 Joaquín Ascaso supo hacerse un nombre, tanto
en las filas de la militancia revolucionaria, como en la propia oposición
republicana, lo que le costó que a comienzos de 1933 su nombre fuera incluido,
por el gobierno republicano, en la “lista negra” de los anarquistas aragoneses
sometidos a arresto en la prisión de Pina de Ebro.
Joaquín Ascaso y la caída del frente
aragonés
Cuando
las tropas comunistas y republicanas comenzaban la disolución forzosa del Consejo
de Aragón, Ascaso se encontraba en Valencia asistiendo en el pleno nacional de
regionales. El día 9 de agosto de 1937 partió dirección a Zaragoza. No había
recorrido más de diez kilómetros en su automóvil cuando las fuerzas comunistas
le dieron el alto. La orden era clara y concisa, evitar a toda costa que Ascaso
estuviera presente cuando comenzara la ocupación de la comuna aragonesa.
Mientras el día 11 las unidades militares del Ejército Popular asaltaban la
colectividad aragonesa, Joaquín Ascaso ya estaba encarcelado en una celda de la
prisión valenciana. Salió en libertad un año después, sin ningún tipo de
cargos. Nada más salir de prisión comenzó a cocerse la leyenda del tesoro de
Ascaso, desde “La Pasionaria” –y el PCE-, y hasta finales de los años setenta,
se mantuvo siempre la versión de que Joaquín Ascaso se había hecho con los
“tesoros” de Aragón mientras era presidente del Consejo aragonés y que pasó su
exilio en Sudamérica repleto de riquezas y lujos. No fue más que un bulo sin
fundamentos: Ascaso sobrevivió después de la cárcel gracias a la ayuda y
solidaridad de antiguos amigos. Sin recursos económicos y sin recibir ningún
apoyo de los organismos de ayuda a exiliados malvivió cual vagabundo durante
toda la Segunda Guerra Mundial. A partir de los años 50 a Joaquín Ascaso se le
pierde la pista. Tan solo se sabe que se exilió en 1947 a Venezuela donde vivió
hasta su muerte en marzo de 1977 trabajando como conserje de un hotel de
Caracas.
Esta
es la historia de cómo un hombre, simple, llano y trabajador como Joaquín
Ascaso Budría, pasó de presidente del Consejo Regional de Defensa de Aragón, el
que fuera el mayor avance revolucionario de nuestra historia, a vivir en casi
la indigencia, exiliado, repudiado y olvidado en el ostracismo. Es por ello
que, por deber histórico –y revolucionario-, debemos recordarlo como un hombre
que dio su vida por la emancipación de la humanidad bajo la enseña
rojinegra.
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