La
población de Sudán del Sur, el país más joven del mundo, sufre
las consecuencias del conflicto armado que se
desató el pasado diciembre. La desnutrición es la
primera causa de muerte de los más de 1'8 millones de
desplazados que han abandonado sus hogares huyendo del caos y la
violencia extrema.

Sudán
del Sur encabeza el Índice de Estados Frágiles 2014 según el
informe que ha publicado recientemente la Fundación por la Paz. Tras
el golpe de estado fallido del 14 de diciembre de
2013, el enfrentamiento
político entre el presidente Salva Kiir y el golpista
Riek Machar ha evolucionado
en un conflicto étnico entre dinkas y nuer. Los
altercados y la violencia no han cesado desde entonces, provocando
miles de muertos y 1'8 millones
de desplazados.


Con todos estos datos es evidente que la implicación internacional ante esta catástrofe es insuficiente, tal como denuncian las muchas organizaciones humanitarias que, con un presupuesto muy escaso, realizan una labor imprescindible en Sudán del Sur. A estas alturas no sorprende la falta de solidaridad de los gobiernos del Primer Mundo, corresponsables de la inestabilidad política y económica de sus antiguas colonias.
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